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domingo, 28 de junio de 2009

Escribir a mano













Estoy perdiendo mi letra de tanto no escribir.
Mi maestra de primaria, la señorita Nené, me enseñó a escribir en una cursiva redonda, amistosa y prolija. Mi letra en manuscrita, era tímida, nimia, chiquitita. Y no se sentaba en el renglón. Flotaba en el espacio en blanco. Quedaba suspendida en el aire.
En el secundario me rebelé. Comencé a mezclar IMPRENTAS y cursivas.Me adueñé de las letras. Formé mi personalidad.(Después descubriría que muchos suelen hacer lo mismo).
En la Facultad, la velocidad al escribir, al tomar apuntes, hizo que mi letra se perfeccionara. Las notas quedaban prolijas, y mi letra seguía ahí, chiquita y combinada. Siempre legible.
Ahora, todo lo escribo con la compu, dejé casi, de escribir a mano. Y cuando tengo que escribir una nota, o algo que se me ocurrió en un papel o en un cuaderno, esa letra no es mía. Ésa no soy yo. La perdí.

Es la letra de esa extraña que habita en mí.

FOTO: FRAGMENTO DE DIARIO DE 1990.


domingo, 14 de junio de 2009

El colectivo





Se acercaba con su amable redondez de carnaval.
El fileteado en la trompa y a los costados: lineas endragonadas, cintas de banderitas argentinas dibujadas.
Por dentro, arriba del tablero y supervisándolo todo, grandes espejos en panel. Tallados con nombres propios. De las novias (pensaba yo) o de las hijas. Algún banderín de fútbol. Fotos. Alguna estampita de la Virgen. Muñequitos que colgaban, o zapatitos de bebés, pendulaban, o dados gigantes que bailaban.
El volante nacarado. Lustroso. El cuello largo de la palanca de cambio enfundado en una tela-peluche fucsia o turquesa.
Por la tardecita el chofer se relajaba después de tanto cortar boletos y apagaba las luces blancas. Y ponía el casette de Scorpions o el de Roxette y ya con menos pasajeros dejaba el colectivo con luces violetas. Y yo, entonces, abría la ventanilla y el viento golpeba la cara. Y por la altura del colectivo, mirando desde arriba, uno se sentía poderoso y libre. Espectador de calles y de vidas. Y el cuerpo viajaba y los pensamintos también, veloces como rayos. Y el mirar para afuera hacía que uno mirara para dentro.


Fotos de boletos capicúas gentileza de PATRI y AGOS.