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jueves, 12 de noviembre de 2009

Hacela giratoria



Estás leyendo un libro que te hace acordar cuando te encantaba jugar en la puerta giratoria del banco. La emoción que sentías al entrar y emborracharte a giros -dar vueltas como la Pantera Rosa atrapada en el lavarropas, pensabas-. Un error de cálculo al salir podía cortarte por la mitad. Mentira. Pero vos pensabas eso.
Entrar y salir. Esperar el tiempo justo: para entrar, correr en giros y volver a salir. Se complicaba si
atrás venía tu hermana y empujaba más fuerte. Pero ésa era la gracia. Como cuando jugabas a saltar a la soga de a muchos y esperabas la pausa. Atenta al sonido rítmico del golpe contra el piso. Dependía de vos y de la velocidad de los otros.
¨No jueguen en la puerta giratoria¨ te retaban. En ese entonces no existía el Pago Fácil, y la espera en el banco se hacía interminable. Para los chicos, que tienen la energía del hamster, esa puerta era su rueda salvadora.
Ahora pensás cuál es el sentido de hacer giratoria una puerta si no se puede jugar con ella. Entonces, buscás en Google imágenes de puertas giratorias y no encontrás.