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jueves, 8 de julio de 2010

MISCELÁNEAS



Me acuerdo. Claro que me acuerdo.

En casa, viendo Carozo y Narizota, invitamos a Maru a tomar la leche y me reí tanto que el Nesquik me salió por la nariz.

A veces los domingos veía Feliz Domingo. Miraba a los chicos que participaban en las prendas y quería ser grande.

Una amiguita me había dicho que si veía un auto tuerto (con un farol roto) y pensaba en el mismísimo momento que pasaba que me quería casar, esa misma noche iba a soñar con el que fuera mi marido. Yo quería soñar con mi compañerito de banco de adelante.

Cuando mi mamá dormía la siesta, de a poquito y en silencio, con mi hermana íbamos hasta el mueble-bar y nos tomábamos el licor de chocolate que tenía guardado.

Siempre veíamos Fama. Y cuando la profesora de baile decía en la apertura del programa a los estudiantes : ¨ Porque la fama cuesta, y aquí es donde empiezan a pagarla con su dor¨. Yo creía que dor era un tipo de moneda que había en Estados Unidos.

Siempre fui mala jugando al tiqui-taca y al yo-yo. Pero muy buena al elástico y al quemado (o la matanza).

Los sábados veíamos un programa en la tele donde había un concurso para contar chistes pero yo esperaba ver siempre el concurso donde la gente se metía en una pecera de aire donde tenía que agarrar todos los billetes voladores que pudiera. Y las mujeres que participaban siempre hacían trampa y juntaban la plata con la pollera.

Otra amiga me dijo una vez que si en un paquete de galletitas surtidas (o masitas -como yo las nombraba-) deseaba con todas mis fuerzas que apareciera una de chocolate por mas que se hubieran terminado, lo deseaba de verdad y con ganas, la galletita aparecía. Sorprendentemente, buscando dentro del paquete, ciertas veces, pude comprobar que de vez en cuando tenía razón...

Ahora me preocupa haberme gastado los deseos en galletitas de chocolate.