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martes, 25 de enero de 2011

Pelopincho

Extraño el olor a cloro en la piel. Y los ojos rojos vidriosos de aguantar, hasta explotar, la respiración debajo del agua.
Extraño el panzazo, el resbalón traicionero del plástico del fondo, el raspón de los caños. El latigazo del agua y de los golpes. Porque no importaban. No importaba nada.
Extraño los ataques de risa y la boca tan abierta que tragabas tanta, pero tanta agua que no te daba vergüenza escupirla. Y esa animalada, de ganas, de energía, de seguir jugando, estallando de pura felicidad, detonándote contra el agua.
Y la merienda fresca: gelatinas, galletitas con paté, jugos de colores o Nesquik (Vascolet le decía mi mamá).
Y claro que extraño, además, los pies en el pasto -no césped-.
Esa sensación...



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Foto del libro Surtido.
Editorial Del Nuevo Extremo.